sábado, 19 de septiembre de 2009


Decís perdón y un vaso termina en el fondo de sed. Ya fue, me voy y puertas se cierran dejando caer. Le pateo cepiso y me rindo frente a mi portón. Avanzo por la calle angosta voy pensando en que no hace ni unizas al año y las cosas ya no son igual, las disculpas no cuesta aceptarlas, me cuesta saber perdonar. Y vuelvo a despertar, cansado de estar, tan cansado de ser, me digo: “No hay mitad que sea tan mala como la que tenés”. Y olvido que traigo conmigo canciones y amigos, tu alma es ahora mi estrella, el dolor ya no hace mal. Mirando estoy, a veces me toca el silencio total. Colgado de la hoja más alta del árbol que sé imaginar, porque hay cosas que sangran por dentro y nadie las puede notar, y me acuesto en la cama que un día la ropa te supe robar.

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